Diego Yépez realiza una sesión de sensibilización sobre el derecho internacional de los refugiados, en su asignación como Voluntario de las Naciones Unidas nacional con la oficina de ACNUR. (Programa VNU, 2011)

Defender los derechos de los refugiados

Hoy, después de casi tres años de experiencias maravillosas como Voluntario de las Naciones Unidas, he comprendido lo que significa ser refugiado, motivándome y comprometiéndome cada vez más a seguir aportando en todo lo que sea posible.

Ibarra, Ecuador: A finales del año 2008 tuve la oportunidad de colaborar en actividades con personas en necesidad de protección internacional, la mayoría de ellos víctimas del conflicto armado interno de Colombia.

La realidad en el Ecuador, y especialmente en las provincias fronterizas de Carchi, Imbabura y Esmeraldas, no era fácil para los cientos de familias colombianas que habían llegado ya. La dificultad para acceder a servicios y ejercer sus derechos fundamentales en materia de educación, salud y vivienda, y por otro lado la evidente discriminación y los abusos que sufrían por parte de varias autoridades civiles y militares, eran un problema en su vivir diario.

Fue entonces cuando empecé a formar parte del equipo de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Ibarra, como Voluntario de las Naciones Unidas nacional.  

Sin embargo, para afrontar esta difícil realidad era urgente la necesidad de emprender actividades y organizar eventos de sensibilización, capacitación, promoción y difusión del derecho internacional de los refugiados. Como asistente de difusión en ACNUR, apoyé la ejecución de estas actividades, con las que se logró llegar y beneficiar a más de 6.000 personas en diferentes localidades urbanas y rurales, y a nivel de autoridades, policías, centros educativos y de salud, población local, personas en necesidad de protección internacional y personas de pueblos y nacionalidades indígenas.

Fomentamos el respeto de los derechos humanos, principalmente el de la no devolución, así como el cumplimiento de las normas y garantías constitucionales, y promovimos la formación de defensorías comunitarias y redes de protección, favoreciendo la integración local de la población refugiada.
 
Además recuerdo varias de las misiones a las comunidades más alejadas de la frontera norte, en las que nos encontramos con familias colombianas que lo habían perdido todo y que habían sido alejadas de sus sueños y seres queridos debido al conflicto armado.

La gran mayoría de ellos descendientes de pueblos pastos, afros e indígenas de la  nacionalidad Awá, se encontraban invisibles y en situaciones muy vulnerables, y requerían urgentemente de la protección internacional y de la asistencia humanitaria. Encontrarse con estas familias y escucharlas, compartir un momento, brindarles una orientación y aportar soluciones suponen momentos tristes, pero a la vez enriquecedores y gratificantes.

Hoy, después de casi tres años de experiencias maravillosas como Voluntario de las Naciones Unidas, he comprendido lo que significa ser un refugiado o refugiada y las situaciones a las que se enfrentan día y noche niños, niñas mujeres y familias enteras. Todo esto me ha motivado y comprometido cada vez más a seguir aportando en todo lo que sea posible en beneficio de las y los refugiados.