Voluntario ONU en servicio.

Voluntarios ONU contribuyen a un futuro inclusivo en Colombia

En América Latina, la pobreza, los conflictos armados y la falta de acceso a servicios básicos son obstáculos a la igualdad social. Cuando se trata de personas desplazadas, especialmente niños y niñas, las vulnerabilidades son aún mayores. En el Día Internacional de la Justicia Social, reconozcamos la importancia del voluntariado como un medio de inclusión, empoderamiento e igualdad de las personas afectadas.  

En la región, más de 4.8 millones de venezolanos y venezolanas han huido de su país hacia otros territorios como Perú, donde el 57 por ciento vive en condiciones de hacinamiento (Banco Mundial, 2020). Además, en Guatemala, más de 600 mil niños y niñas necesitan protección; mientras que 800 mil personas tienen necesidades en Agua, Higiene y Saneamiento en El Salvador (Relief web, 2021).  

Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), hubo 82.4 millones de personas desplazadas forzosamente en el mundo en 2020. En Colombia, principal país de acogida de migrantes y refugiados venezolanos y venezolanas, la situación se agrava por el conflicto armado interno. 

“Según estimaciones preliminares, hay 6,9 millones de personas en zonas rurales bajo el control o influencia de grupos armados no estatales” comenta Julian Watkinson, voluntario ONU sirviendo como Oficial de Asuntos Humanitarios para OCHA Colombia

Leonardo Martínez, voluntario ONU sirviendo como Especialista de Protección, Niñez y Acción Humanitaria en UNICEF Colombia, señala además que “Las dinámicas de reclutamiento, uso y utilización de niños, niñas y adolescentes no solo afectan a los nacionales, sino también a la población migrante.”

¿Cómo contribuyen los Voluntarios y Voluntarias ONU a las personas afectadas? Por su experiencia previa como psicólogo, Leonardo reconoce la importancia del cuidado de la salud emocional en la respuesta humanitaria. “Muchas de las problemáticas que tiene el país y la región son heridas emocionales. Si esas heridas emocionales no sanan, son los niños y niñas quienes sufren las consecuencias replicando luego esas conductas violentas en la adultez”, comenta Leonardo. 

Para que las soluciones sean sostenibles, deben incluir la voz de las personas afectadas. "Debemos trabajar en conjunto con las personas migrantes y las comunidades de acogida, ya que ambas se enfrentan a problemas similares y su interacción puede propiciar una buena convivencia disminuyendo así el riesgo de xenofobia.” comenta Leonardo. Además, “la participación de niños, niñas y adolescentes es fundamental porque sus formas de ver el mundo están relacionadas a los deseos de cambio de sus territorios, de sus vidas y de sus familias,” continúa. 

“Con nuestra respuesta humanitaria podemos contribuir a disminuir la vulnerabilidad de la población frente a los grupos armados, que es generalmente provocada por la desigualdad y la falta de oportunidades económicas en los territorios de difícil acceso”, comenta Julian. 

Por último, la asistencia humanitaria requiere de un esfuerzo colectivo. La articulación entre las Organizaciones no Gubernamentales, el Gobierno y la sociedad civil es clave. “Los Voluntarios y Voluntarias ONU actuamos como un nexo para crear mayor cooperación y resiliencia que fortalezca a las comunidades frente a situaciones de violencia”, comenta Julián.

Los 372 Voluntarios y Voluntarias ONU que sirven en OCHA y UNICEF en la región, funcionan como puente entre actores locales. Su mirada multidisciplinaria sobre la asistencia humanitaria y su espíritu voluntario, promueven un futuro más inclusivo y equitativo para las personas desplazas en la región. 


Este artículo fue escrito con la gentil contribución de la Voluntaria en Línea, Lucía Mayandía.